«Rayuela es una gran historia de amor, en el sentido más estrepitoso de los amores. Y esa historia tiene como epicentro a la chica de los besos llenos flores o de peces. Gracias a Cortázar, París ganó un fantasma de mujer que vivirá en sus calles y sus buhardillas para siempre. La Maga siempre estará allá esperando ser descubierta en camas con patas oxidadas como las de una paloma. Ese pequeño fantasma silencioso se ensancha con la lluvia, lustra a besos las placas con los nombres de las calles y sirve de referencia.»
En el libro, la Maga sufre y su amante no la entiende. Pero también la Maga hace sufrir y no lo siente. Cualquier enamorado de pacotilla lo sabe: esas son las reglas caprichosas del amor, tan poco claras, tan maleables, tan a la medida de los desvelos.
Cortázar las explora y las sintetiza, las expande y nos ahoga con un baldazo frío de realidad. El escritor consigue reunir la esencia de nuestra búsqueda cotidiana en una mirada reconocible y a la vez mágica.
El mundo de Rayuela es la materialización de la fantasía, los besos furtivos debajo de los puentes, las caminatas del brazo por calles anochecidas y desiertas. La posibilidad dentro de cada corazón.
La primera línea del libro es una pregunta. Y esa pregunta se clava en el labio de la imaginación con el ensañamiento de un anzuelo: “¿Encontraría a la Maga?”.
Deben ser muchos los que, alguna vez sin proponérselo, efectivamente dieron con la chica correcta.
(Vía: http://goo.gl/WMpeZZ )