No todos cantan
—¿Qué tal la estás pasando? —me pregunta el pasante—.
Sebastián aparece y me toma del brazo apartándome de él.
—¡Aléjate de ese marica! —grita con un tono brusco—.
Sebastián está borracho y no le cuesta nada decir la verdad. Es mi primera fiesta en las oficinas del juzgado. Cada rostro es desagradable, las gordas del área de violencia intrafamiliar visten grandes sacos de cuadros que casi cubren todo su cuerpo. Bueno, eso no viene al caso, pero ¿quién las ha invitado?
Sebastián me cuenta, con interés, que hace unos días su mujer se había ido con su hijo a casa de sus padres.
—No nos estamos separando solo se fueron de vacaciones una temporada, al menos eso pienso.
—Ah.
Mauricio, el pasante, está inclinando su oído hacia nuestra conversación, y con los manos en los bolsillos hace como que examina el funcionamiento de la impresora, nos mira de reojo y no se acerca. Sebastián se da cuenta y me toma suavemente del codo haciéndome a un lado para seguir conversando.
—…como te seguía diciendo, solo se fue con sus padres una temporada, pero siento que es un abandono válido.
Sebastián es un hombre ambicioso de buen corazón y de buena estatura, casi siempre viste elegante, mantiene sus uñas intactas y se arregla la barba con cuidado. Arrastra la erre cuando habla y le cuesta un montón ya que aquí se gana el pan con el sudor de la lengua y mientras él me cuenta sobre los problemas con su esposa y las calificaciones perfectas de su hijo, con mi botella en mano me dedico a ver los pasillos del juzgado que a esta hora están totalmente limpios, en la mañana las ratas, las comadrejas y los astutos zorros se deslizan por todas partes. Lastimosamente yo también me deslizo por todas partes, estoy obligado a moverme por los corredores llevando papeles de aquí para allá atendiendo solicitudes de mujeres golpeadas que a la final vuelven con el marido.
—Mi mujer nunca está pendiente de mí, no le importa nada de lo que haga o deje de hacer, creo que mañana estaré escribiendo: Señor juez de lo civil. Yo Juan Sebastián Fernando Cárdenas Prado, de estado civil casado, de 40 años, de profesión abogado, domiciliado en la parroquia Rocafuerte, ante usted respetuosamente comparezco la siguiente demanda de divorcio, etc…
Sebastián me sigue hablando, estoy harto de escucharlo, solo necesita a alguien que parezca un muro viviente para contarle sus penas. Y aquí estoy yo. Si no estuviera interesado en hacer amigos, me habría ido a dormir. Sigue leyendo «No todos cantan»